lunes, 7 de marzo de 2016

MANUELA REJAS. YA HAN PASADO SEIS AÑOS DESDE QUE SE FUE.



Nieva tras la ventana de mi escritorio y los copos que caen me traen el recuerdo de una gran mujer que no desfalleció ni en los peores momentos de su vida. El pasado día 6 de marzo, se cumplieron 6 años de la muerte de una gran mujer, una mujer cuya biografía debería ser imprescindible conocer, especialmente entre quienes permanentemente se quejan de la vida y sus circunstancias. Se llamaba Manuela Rejas, y su vida fue un constante juego de ilusionismo a través del cual se zafó muchas veces de la muerte que la acechaba podríamos decir que desde su nacimiento. Hasta que el último juego le salió mal y fue ésta quien consiguió, por fin, engañarla a ella.
Manuela nació libre de corazón y de espíritu, y así vivió y así murió a pesar de las terriblea circunstancias que la rodearon, muchas de las cuales dejó plasmadas en sus escritos, como los relatos recogidos en su libro “15 historias en carne viva”, editado en su momento por la editorial Lobo Sapiens.
Conocí a esta increíble mujer por casualidad, en un curso que yo impartía en Veguellina. He de reconocer que no tenía un carácter exactamente fácil, pero conectamos enseguida y pronto nos unió una buena amistad, a través de la cual pude conocerla mejor y descubrir muchas cosas sobre la vida, sobre la suya, y sobre la vida en general. Me dejó una profunda huella que he intentado plasmar varias veces en escritos realizados sobre ella.
Hace un par de meses, en un encuentro poético con Manuela Bodas, quien como yo la tenía como amiga, surgió un pequeño homenaje a su memoria.
En ese momento yo le dediqué un poema, un poema de mis primeros tiempos, el primero con el que fui galardonada precisamente con el Premio Joven, (ya ha llovido pues). En aquellos tiempos yo estaba aún muy lejos de conocerla, pero la temática del mismo le encajaba como anillo al dedo.  Manuela pasó una parte importante de su vida trabajando en el circo, dende hizo de todo, incluso de payasa. Y  cuando la conocí en Veguellina continuaba intentando hacer reír a “sus viejitos” de la residencia de ancianos, como ella les llamaba, todos los días, por encima de sus padecimientos personales.
Como el payaso de mi poema, ella escondía penas, “sus penas” tras carcajadas. Las penas de su enfermedad que sabía que antes o después la abocarían a la muerte pero ante la que no se resignaba, las penas del Parkinson de su marido, compañero fiel con el que compartió circo, familia y vida. Así que consideré oportuno, en aquel pequeño homenaje, dedicarle este poema que nunca compartí con ella en vida.

A UN PAYASO



Cuando lloran los árboles

por sus hojas muertas,

cuando las aves emigran

hacia cálidas tierras,

siéntate en la tarde

y, en silencio, recuerda...

...Recuerda un día de otoño,

y una tarde cualquiera;

entre lágrimas y risas,

él hizo olvidar tu pena.



Era un payaso muy triste,

que más que reír lloraba,

que sus lágrimas cubría

de estruendosa carcajada.



Día de un gris otoño.

La tarde está muy callada.

El viento se ha estremecido

bajo el furor de las aguas.

Silencio. La noche llega

amedrentada y callada.

De entre las sombras oscuras,

al mundo nace una máscara.

Por asidua compañera,

sobre una boca angustiada,

una sonrisa gigante,

espejo falso del alma...



En la pista de la vida

un payaso canta y baila.

Las penas de los que escuchan

en risas truecan sus lágrimas.



Ríe, ríe, ríe... Llora.



Escucha mudas palabras

que hablan en el silencio

de sus manos enguantadas.

Calla. Sentirás sus risas,

que no son risas, son lágrimas.

Estarás olvidando penas

con las que a él le atenazan.



Es un payaso que esconde

tristezas tras carcajadas,

quien hace olvidar al mundo

que, en vez de cantar, lloraba...



 La noche está apagando

las estrellas de su cara,

y una sonrisa se borra

de una máscara pintada...



... Con angustias de otras vidas,

nuestras penas ya se calman.


Hoy han pasado seis años, pero parecen toda una vida sin ella, a pesar del poco tiempo que pudimos compartir juntas. Un tiempo en el que me demostró la importancia del coraje y las ganas de vivir y de luchar contra las injusticias. Veguellina tuvo una gran suerte de contar con su presencia y con su ejemplo.
Manuela, a pesar de fallecer el 6 de marzo, nos dejó definitivamente el 8 de marzo de 2010, cuando sus cenizas – como siempre había deseado y así dejó escrito – fueron a encontrarse con el mar tras ser esparcidas sobre el río Órbigo, el río que la enamoró para siempre y que hizo que viviera el final de su destino en Veguellina de Órbigo.
No podía ser de otra manera, pues ella fue siempre una luchadora, trabajadora incansable que luchó por la consecución de sus sueños y que denunció las injusticias  sufrió por las mujeres.
Ella formó parte de uno de los múltiples homenajes que otras mujeres de Astorga, auspiciadas por la entonces Concejalía de Igualdad, le rindieron, como llamada de atención para el resto de que solo luchando por nuestros sueños y por nuestros derechos podremos llegar a conseguirlos, de verdad, algún día.

¡Va por ti, Manuela Rejas!

 OTROS ESCRITOS míos SOBRE MANUELA REJAS, en los siguientes enlaces: 


http://entrepalerasyencinas-mercedesgrojo.blogspot.com.es/search/label/MANUELA%20REJAS
 


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