lunes, 18 de octubre de 2010

Charla HUELLAS DE MUJER EN EL CAMINO DE SANTIAGO

Con motivo del Año Santo Compostelano, y a través del Instituto Leonés de Cultura, he estado dando un ciclo de conferencias sobre la presencia de la Mujer en el Camino de Santiago.
Solo en los últimos tiempos somos conscientes de su presencia en el Camino como peregrinas, porque muchas caminan a Santiago a lo largo de todo el año y sus figuras con la mochila en la espalda y un bastón de caminante en la mano, llenan nuestros caminos y calles a lo largo de toda la ruta.
Pero antaño pareciera que ellas no estuvieran ahí, como me lo parecía cuando de niña sólo veía pasar fundamentalmente hombres por las calles de Astorga en busca de la salida hacia el Camino. La preparación de esta charla me descubrió a peregrinas, benefactoras, pícaras y otras figuras femeninas que estuvieron presentes en el mismo desde sus comienzos, pero cuya presencia ha permanecido entre las sombras.
La charla ya ha recorrido siete de las diez localidades que se me asignaron para impartirla. Pero si hay alguien interesado en escucharla aún puede hacerlo en las siguientes fechas y lugares:

- 5 de noviembre en Arganza
- 20 de noviembre en la Virgen del Camino
- 23 de noviembre en Camponaraya.

Como adelanto de lo que en ella se cuenta, el artículo que me publicaron en el Faro Astorgano el pasado día 14 de septiembre:

PEREGRINAR A SANTIAGO: HUELLAS DE MUJER EN EL CAMINO.

Quienes habitualmente hemos vivido gran parte de nuestra vida en una localidad punto de referencia importante en el Camino de Santiago estamos habituados al continuo trasiego de peregrinos que conducían sus pasos a Compostela incluso mucho antes de que esta antigua ruta se pusiese de nuevo “de moda”. En este contexto es tan habitual, en los últimos años, ver a mujeres de toda edad y condición haciendo a pie (también en bicicleta) este camino de peregrinaje, incluso solas, que puede parecernos ésta una realidad practicada desde siempre, es decir, desde que allá por el s. IX comenzó a extenderse el fenómeno de las peregrinaciones compostelanas.

Sin embargo nada más lejos de la realidad. Si bien es cierto que ya desde el principio hubo mujeres devotas que peregrinaron a Santiago no podemos tener constancia de cuantas lo hicieron, y de ellas cuántas solas. Pero aunque hay que reconocer que aquellos tiempos eran poco propicios para la independencia de la mujer, sin embargo su presencia en los caminos de peregrinación de la época quedó reflejada en la documentación que se conserva de la época, como veremos posteriormente. Por otro lado no hay que olvidar que en los periodos de más auge del Camino, las mujeres estaban supeditadas al arbitrio continuo del hombre, ya fuera padre o marido principalmente, o incluso amo en algunos otros casos como el de mozas, criadas y demás personajes que estaban a las órdenes de un jefe que les indicaba en todo momento las pautas de actuación por las que debían regirse (situaciones por otro lado no tan alejadas de nuestra historia más cercana, hasta hace bien pocos años), por lo que muchos de los testimonios quedan marcados por dicha realidad. A este hecho hay que añadir que la Iglesia tampoco estaba exenta de esta culpa. Poco proclive a apoyar la individualidad y la independencia femenina – incluso en lo relativo a religiosidad - en ningún momento fomentó entre las mujeres esta forma de demostrar su devoción, existiendo incluso épocas, como el siglo XIII, en que algunos de sus “dignos” representantes llegaron a prohibirles la posibilidad de peregrinar, argumentando para ello que estas manifestaciones religiosas provocaban en la mujer más vicios que virtudes.

A pesar de esta realidad, su presencia queda refrendada sin embargo a lo largo de todos estos siglos por documentos y ordenanzas ligadas en muchos casos al funcionamiento de los hospitales de peregrinos. También por la literatura y sobre todo por el folklore y la tradición oral de la época, e incluso por la devoción desarrollada en torno a distintos puntos y aspectos relacionados con el propio Camino o con las veneraciones que a lo largo del mismo o en conexión con él se producían. Respecto a la documentación generada por los hospitales de peregrinos queda en ella perfectamente diferenciada la existencia de habitaciones para “romeros” y “romeras” y las condiciones de uso y comportamiento que debían regir en los mismos, poniendo mucho empeño en la estricta separación de sexos para el uso de tales servicios, independientemente de la relación que pudiese unir a las personas que allí llegaban. Uno de los casos más documentados en este sentido es el del funcionamiento del Hospital de Santa María la Real de Burgos, cuya fundadora dejó perfectamente estipulado en su testamento la provisión de calzado para “romeros” y “romeras”, además de comida y vino, sobre todo en el caso de aquellas personas que llegaban enfermas, manteniendo – eso sí – una férrea disciplina en lo que a separación de habitaciones se refería.

Este punto nos permitiría enlazar con otro tipo de presencia femenina a lo largo del Camino: el de las benefactoras. Fueron éstas mujeres que por devoción y medios se convirtieron en impulsoras de hospitales y refugios. Así, dos de los hospitales más importantes del Camino se debieron a ellas. En primer lugar el ya mencionado de Burgos, fundado por Elvira González, la Cordobanera. En segundo lugar el Hospital Real de Santiago de Compostela (hoy Hospital de los Reyes Católicos) fundado a instancias fundamentalmente de Isabel la Católica. Además fueron numerosas las donaciones hechas por señoras importantes de la época.

Retomando el tema de las mujeres peregrinas hay que hacer alusión también a aquellas otras que ya en su momento tuvieron gran relevancia, bien por la posición que ocupaban en su época y la influencia que su peregrinar ejerció en su propio entorno, bien por la trascendencia que dicho acto tuvo en los fieles de épocas posteriores. Es de ellas de quienes nos han llegado referencias y no de las peregrinas de a pie, como es habitual en el desarrollo de la historia, y aunque pueden parecernos escasos los nombres no lo son tanto si tenemos en cuenta no sólo la situación femenina del momento sino más bien el tratamiento histórico que sus figuras y hechos han merecido para los historiadores de las diferentes épocas. No vamos a mencionarlas a todas, sólo a algunas de las que más trascendieron en su momento y en épocas posteriores, por diversos motivos. Por ejemplo, Sta. Isabel de Portugal, una reina que renunció a su corona al morir su esposo, el rey, para realizar un peregrinaje del que surgió una profunda vida religiosa. O Santa Bona de Pisa, hoy patrona de las azafatas italianas por lo que en su momento supuso de atención y ayuda a quienes viajaban por tierras de peregrinaje. Tampoco podemos olvidar a otras grandes mujeres de aquellos siglos, cuya influencia trascendió a todo su entorno, como Santa Brígida de Suecia, la condesa Matilde de Alemania e Inglaterra, o Isabel la Católica, viajando primeramente a San Juan de Ortega en busca de la fertilidad que le permitiera tener a su primer hijo y luego a Santiago en acción de gracias por los éxitos obtenidos por el reino, el último de ellos por la Reconquista de Granada y el Descubrimiento de América. E inclusive su hija Juana la Loca.

Podríamos hablar también de peregrinas por poderes o de peregrinas arrepentidas. Lógicamente, todas las documentadas en ambos aspectos fueron mujeres importantes, ya que de otra forma no habrían trascendido hasta nuestra época, pero su existencia viene a reforzar el hecho de que la mujer siempre estuvo presente como protagonista en este nuevo peregrinaje que surgió hacia Santiago.

Hay más aspectos que ligan a la mujer al Camino, algunos positivos como las posaderas que se ocupan de atender las necesidades de viajeros y viajeras; y otros no tanto, ligadas sobre todo al mundo de la picaresca bien fuera a través de otro tipo de posaderas más descaradas o de mozas de posada armadas de malas artes, meretrices o de quienes se hacían pasar por esposas de pícaros y rufianes para aprovecharse de la buena voluntad de las gentes que vivían a la vera del Camino. En cualquiera de los casos, aparte de la documentación de carácter más oficial que haya podido llegar hasta nuestros días, todo un repertorio de romances, leyendas y otros elementos provenientes de la tradición oral se hacen eco de esa presencia, como el “poema de la Virgen de Leyva” en el primero de los casos, o como la “Leyenda del ahorcado” o el mismo libro de “La Pícara Justina”, en el segundo.

En resumidas cuentas, un interesante y apasionante campo de investigación que se nos abre a la posibilidad de descubrir “huellas de mujer” en torno al Camino de Santiago desde el comienzo de su historia, camino que hoy se recorre en igualdad de posibilidades por hombres y mujeres, independientemente de la edad y la condición social de quien lo realiza y que ya desde su comienzo despertó el interés religioso, pero también cultural, artístico y aventurero de las mujeres de otras épocas.

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